El 1 de diciembre se dio el último taller de Estrategia y Liderazgo Emprendedor y del programa de Cultura Emprendedora e Innovadora. En este taller, Carmen Garrido, expuso cómo transformar el fracaso en oportunidad. Durante la introducción expuso que el mundo se visualiza en gran medida en torno a las creencias y los aprendizajes dados. Por eso mismo, es necesario prepararse y tener una mente abierta y una predisposición para gestionar el fracaso.
Lo primero que se tiene que asumir es que no se puede conseguir todo lo que uno quiere, ni hacerlo todo bien. Se aprende a tolerar la frustración a base de tolerar frustraciones. Y es que, en el mundo empresarial, fracasar es la norma. No en vano, el 80% de los productos fracasan. Y es que la frustración puede surgir de situaciones en las que no se han obtenido los resultados esperados, la sobrevaloración del éxito, del aprendizaje obtenido en el que se busca ganar, pero no perder y no enseñar que el éxito y el fracaso no son lugares estables.
Partiendo de ese punto, existe un miedo al fracaso, porque ello puede llevar al rechazo o al ridículo. Y ese miedo genera una enorme dificultad para que se desarrolle el talento y se pierde la posibilidad de ver cuál es el límite propio. Y es que, para gestionar situaciones difíciles a las que nunca se ha enfrentado antes una persona, se necesitan soluciones creativas. La creatividad es una habilidad que se puede desarrollar y que se inhibe por los mismos factores por los que no se desarrolla una adecuada gestión del fracaso. El castigo del error o la penalización del pensamiento divergente son algunas de los inhibidores de la creatividad a nivel social. Sin embargo, la creatividad puede ayudar a salir de la zona de confort, acceder a la zona de aprendizaje y ayudar a no caer en la zona de pánico. Y es aquí donde se desarrolla un círculo en el que las creencias condicionan los pensamientos, éstos a las emociones que conllevan a unas conductas que generan unos hechos que crean unas creencias. Por eso, resulta imprescindible cambiar el pensamiento del “solo” al “aún”.
En la sociedad, existen muchas creencias. Algunas de ellas son el perfeccionismo emocional (siempre se debe estar o ser feliz, no hay margen para el malestar), la fobia emocional y a los conflictos, el tener derecho (las personas deben comportarse como uno mismo lo espera), baja tolerancia a la frustración, el perfeccionismo de desempeño (nunca tener errores) y de percepción (no mostrar vulnerabilidad), miedo al fracaso, a la crítica y al rechazo. Ante tal cantidad de situaciones es importante gestionar la energía según los círculos de influencia: lo que depende de uno mismo, lo que no depende de uno mismo, pero puede influir y lo que no depende ni puede influir.
Con todo ello, hay que comprender que cualquier aprendizaje es un camino que conlleva numerosos fracasos y que forma parte de las fases del aprendizaje, desde la incompetencia inconsciente hasta la competencia inconsciente. Entonces, teniendo un enfoque incremental del aprendizaje, se puede generar el autodesarrollo pues ante el error y el fracaso, se puede observar algo sobre lo que trabajar para mejorarse, que se puede convertir en un reto que motive el afán de aprendizaje y crecimiento. De hecho, es la forma habitual en el que trabajan y entrenan los deportistas de alto rendimiento. Convierten los “no” en “aún”. Si no tienen la solución, pasan a convertirlo en no tener la solución aún. Porque se puede conseguir.
Finalmente, como reflexión, hay que asumir que para alcanzar resultados extraordinarios es necesario equivocarse, autoaceptarse con las virtudes y defectos, conocerse a uno mismo y averiguar los talentos propios ya que, como dijo Henry Ford, el fracaso es la oportunidad de empezar de nuevo con más inteligencia.
Esta actividad ha sido parcialmente subvencionada por el Instituto de Fomento de la Región de Murcia a través del Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER), dentro del Convenio de Colaboración INFO-UPCT para la ejecución del Programa de Actividades de Emprendimiento en la Universidad de Politécnica de Cartagena, a través de la Cátedra Santander Emprendimiento y la Oficina de Emprendedores y Empresas de Base Tecnológica.